jueves, octubre 06, 2016

Siempre estamos llorando la ausencia de él



En la oriental provincia de Las Tunas permanece en la memoria el seis de octubre de hace 40 años por el atentado terrorista a la nave de Cubana explotada en pleno vuelo, entre cuyos 73 pasajeros viajaban los tuneros Leonardo Mac Kenzie Grant y Carlos Miguel Leyva González.

Marisela Irene Leyva González, la hermana de Carlos, testimonia que “esta fecha siempre se recuerda con mucho dolor y con mucha tristeza porque fue un crimen tan horrendo que la humanidad lo repudió y nosotros seguimos repudiándolo porque no se ha hecho justicia”.                                                                                                                            
(Foto: Archivo Granma)

“Nosotros vamos a seguir luchando por esa justicia que más temprano que tarde se va a hacer, yo viví momentos muy difíciles, difíciles, yo como su hermana, mi papá se enfermó, mi mamá también, aquellos fueron horas,  momentos muy difíciles”.

“Fuimos a La Habana al entierro y yo pensaba que estaba soñando, me pellizcaba y decía esto no puede ser posible porque yo lo había visto con tanta energía, un muchacho tan íntegro, tan bueno, con las aspiraciones de las Olimpiadas del 80. Un grupo de jóvenes magníficos, buenos atletas, buenos estudiantes”.   

“Para mi me resulta triste la fecha, pero siempre estamos llorando la ausencia de él,  es imposible que se pueda olvidar nuestra historia, hay muchos muertos,  muchos sabotajes, eso no se puede olvidar jamás, desde antes y hasta ahora todo las cosas que nos han hecho”.

“Ahí tienes una cosa tan criminal que es el bloqueo, y los gobiernos de Estados Unidos están siempre financiando esos grupos para que aquí nos maten las personas, hagan los sabotajes, todos son así”.

“Es muy grande el dolor, las pérdidas que hemos tenido en varias circunstancias. Yo conocí a Nemesia en La Habana, con una ametralladora le llevaron un pedazo de un pie”.

 Recuerdos de familia
 “Carlitos estaba en un área de gimnasia, y un día empezó a dar saltos y vueltas en la casa, y mi mamá le dijo ay no mijo no me gusta ese deporte que un día te va a pasar algo, y entonces el empezó la esgrima con McKenzie.

“Yo siempre le decía que él era un joven viejo porque no hablaba mucho, era callado, y siempre lo veía sentadito ahí en el Memorial (Mártires de Barbados) donde nosotros vivíamos, me sentaba al lado y le decía qué piensas,  y me contestaba: en el futuro Mari.”

En confidencia le contó de las aspiraciones de estudiar ingeniería naval en la entonces Unión Soviética.

“Conversábamos, y a él le gustaba mucho Nino Bravo y nos poníamos a cantar juntos, yo le llevaba cuatro años. Para Carlitos su familia era lo principal, su mamá, su papá, su hermanito Duglas, su sobrino, el único que tenía”.

“Hasta él me dijo no te preocupes, no le celebres el cumpleaños al niño hasta que yo no venga de Venezuela porque me van a dar 15 días, le dije está bien mi amor no se lo celebro, y el día antes lo mataron. Yo nunca le celebré un cumpleaños a mi hijo, ni ahora después de grande”.

“Mi mamá lo estaba esperando en la terminal de ómnibus para despedirlo,  yo paré un carro que iba pasando y le dije ay por favor señor lleve a mi hermanito hasta la terminal, y dice cuál hermanito –él era alto, alto- ¿ese es su hermanito?”.

“Yo recuerdo que andaba con un pitusa y un pulóver amarillo, me parece así verlo cuando salió con unos tenis corriendo a coger el carro, le di un beso y ya no lo vi más.  Él venía con todos los equipos de florete y se pasaba horas ahí dándole lijita, echándole grasa, cuidando sus cositas”.

“Recuerdo que me llamó para que lo ayudara  a cerrar la maleta y mi papá iba pasando y le dijo, Carlitos ten cuidado que en los aviones hay problemas, y cuando se fue no dormía, me avisaban que mi papá estaba en el parque y yo lo buscaba, y me decía hasta que Carlitos Chicho no venga yo no duermo, él tenía el presentimiento aquel”.  

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