"¿Qué puedes hacer para promover la paz mundial?
Ve a casa y ama a tu familia".
Madre Teresa de Calcuta
Las horas del día serían
pocas si minuto a minuto quisiéramos demostrar el amor que sentimos por
nuestros seres queridos, y buscáramos más a menudo el momento para comunicarnos
por cualquier vía con esos amigos, que aunque medien largas distancias, o la
rutina laboral y doméstica nos absorba, ahí están siempre.
Hace algunos años me
apropié de la idea de Margarita, una profesora universitaria de Las Tunas, referida
a que entre hermanos decidieron reunirse en las fechas de los cumpleaños de
cada uno de ellos para celebrar, y cambiar la rutina de verse más en velorios
que en esas ocasiones de alegría.
Ciertamente no he podido cumplirlo
del todo, pero sí lo hacemos con regularidad los días 25 de enero que es el
cumpleaños de mi madre, ya octogenaria, ahí con varios achaques, aunque
voluntariosa como siempre. Como por ley de la vida la cuenta es regresiva, no
quiero perderme la ocasión de acompañarla en una de las fechas más importantes de
cualquier persona.
Algo de nostalgia siento al
recordar la última vez que compartí con mi papá, cuando lo visitamos casi todos
los hijos, y yo quería viajar temprano de regreso a mi casa. Para el almuerzo
sacrificaron un carnero, cuando pedí el adelanto de mi ración, entre bromas
todos dijeron que era para comer, no para llevar.
Los minutos siguieron
pasando hasta que disfrutamos el almuerzo, y solo después salí, sin saber
entonces que en 2001 sería el último Día de los Padres que estaríamos junto a
nuestro progenitor. No ceder a la prisa fue mi mejor decisión.
Problemas de salud de
familiares y amistades hoy me hacen escribir este breve recuento porque siento
que nunca hacemos lo suficiente por quienes más amamos.
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