viernes, julio 20, 2012

El título universitario de mi hija es alegría para ambas


Ethel me aseguró siempre que, como yo, egresaría de la enseñanza superior, y hoy acaba de confirmar su palabra, cuando para suprema felicidad mía la acompañé a recibir su título de Licenciada en Psicología Médica, en la universidad de Ciencias Médicas “Zoilo Marinello Vidaurreta”, de Las Tunas.

Con el suceso muy especial para ambas se coronaron cinco años de carrera, y en particular un largo semestre de correteos más recientes para el examen estatal escrito, antecedido por el práctico en consulta, de estudio intenso a partir de resúmenes, pruebas de años anteriores, sesiones de estudio colectivo entre un grupo de muchachas, algunas de estas en nuestra casa.

Pero fue también agitada una investigación científica, primero en la recopilación de informaciones y datos junto a otros aseguramientos, lo cual no pocas veces coincidía con momentos de premura laboral para mi. Ahora ya relajadas nos reímos de las varias carreras de relevo para usar la computadora, incluso un gran susto a solo horas de entregar el trabajo.

Eso fue con Marieli quien perdió todo su trabajo, luego de tenerlo listo para la impresión, y recuperarlo le costó tener que dormir acá, pero sin mayores sobresaltos; y así continuaron las citas de estudio junto a Yaimara, ya con un bebé, Ailín con 3 niñitos y en la recta final Daimarelis, residente en Jobabo. 

Me alegro de ese buen equipo que lograron para finalizar con la satisfacción de vencer todas las pruebas de tránsito al egreso de la enseñanza superior, cada una aportando y desarrollando habilidades, y ni qué decir de las frecuentes llamadas telefónicas, para cotejar respuestas, precisar definiciones, y despejar dudas. 

En este punto de valoración de mis preocupaciones como madre me recuerdo persistente, exigiendo y supervisando, pero con plena alegría porque es un triunfo compartido; a pesar de la expresión de “¡tú no eres fácil mami!”.

¿Cómo no sentirme contenta y aliviada? Azaroso fue el preuniversitario, en el que al finalizar cada curso yo suspiraba aliviada porque subía un peldaño más sin desistir del estudio.

El acontecimiento de ser ya mi hija una profesional es un éxito en el que también está el aporte de mi familia, en especial mi madre, ayudándome desde los primeros años de mi pequeña, y al cubrir muchas veces la retaguardia para poder yo participar en actividades de superación y eventos fuera de la provincia.

Me siento muy feliz. Esta es de  las mayores satisfacciones recibidas de mi “niña”, para provecho suyo, y confío en su responsabilidad y preparación para continuar bien su vida laboral, compartida con el estudio desde el segundo año de la carrera. 

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