En uno de esos momentos reservados para
mostrar respeto y afecto me fui hasta
casa de Zoila, quien me recibió con cierto alborozo, aunque me pareciera que el
sentimiento debía ser más bien a la inversa.
Dicho así de simple podría parecer que se
trata de una anfitriona irrelevante, pero todo lo contrario, hablo de Zoila de la Caridad Sánchez Ochoa, Heroína
del Trabajo de la República
de Cuba. En la ciudad de Las Tunas, provincia de igual nombre, reside esta
mujer abnegada, y se alegra con las caras conocidas, pero en especial con el
gesto de sentirse recordada en su etapa de jubilación.
Entonces no desaprovecho la oportunidad
de colocar ante ella la grabadora, en el difícil intento de pedirle hablar de
si misma; poco a poco fluye el recuento de una noche del 2001 que muy bien
guarda entre los momentos emotivos de su vida.
Allí estuve, cuando dirigentes del Sindicato
de la Industria Ligera,
donde laboró por cinco décadas, llegaron
hasta su cuadra para informar a los vecinos del título honorífico y el
extraordinario aval que la hizo acreedora del mismo. Los reconocimientos representan un orgullo para su esposo, Rafael Hernández Canet, con quien mantiene 51 años de matrimonio, apoyándola en el hogar mientras ella permanecía por más de ocho horas en el taller.
Por instantes desnuda la tristeza del
esporádico contacto con trabajadores de su sector, incluidas muchas de las
alumnas que bebieron de su fuente de conocimientos como profesora de costura, o
tuvieron en ella un referente de consulta sobre todo en el corte, con esa
precisión puesta en cada prenda.
En el Combinado de Artesanía de
Industrias Locales, VASCAL, situaciones familiares la obligaron a acogerse a la
jubilación, pues en sus planes nunca había estado, a pesar de cumplir los
requisitos; ahora son los problemas de salud la limitación para volver a
enrolarse tijera en mano en el corte y costura, su pasión laboral.
Mientras conversamos, ella parece renovar
su ánimo con mi presencia e ignora que otra vez resulta a la inversa: esa
vocación de laboriosidad me inspira para esta crónica y otras muchas ideas;
pero contengo las emociones, mientras indago en otros momentos de su
trayectoria.
Entonces me cuenta que las prendas
femeninas son las que considera más difíciles de confeccionar, sin embargo las
asume sin temores, tanto que en su propio hogar tomó las medidas para el
vestuario del debut de las integrantes de la carroza tunera de “Las
Voluminosas”.
Descubro ahí una de sus satisfacciones de
poder ser útil, aun fuera del taller; pero luego recuerda la sorpresa del
atardecer de un 8 de marzo, cuando acababa de regresar a la casa sudorosa, y
esta sensación se le multiplicó al abrir la puerta y encontrar frente así a
Teresa Amarelle, la entonces Primera Secretaria del Partido en Las Tunas, hoy
Secretaria General de la
Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
Antes de la despedida, otra vez me
irradia el optimismo; el ocio sigue fuera de sus propósitos. En la próxima
visita quizás la encuentre ya frente a alumnas, porque en su delegación de la FMC se pretende crear un
espacio de enseñanza del oficio de corte y costura, y permitirá a Zoila, o más
cercana aún, a “Zoilita”, canalizar ese temperamento con el cual la dotó la
naturaleza, que es sabia.
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