Cada familia es única y especial... y
yo amo a la mía.
Este verano, como ocurre cada año, hay encuentros durante
las vacaciones que rinden más para quienes estudian, y se vuelven fugaces para quienes trabajan.
Guardo algunos de esos instantes en los que no he
podido estar, porque continúo en funciones laborales, al tanto solo a distancia
de cuánto se comparte en el campo, el alborozo de los más pequeños entre los
tíos, primos y abuelos, los chapuzones en el río y otras salidas divertidas.
Mi hija viajó hasta La Habana y compartió una
semana de paseo con las amistades, pero antes de finalizar las vacaciones
también se reunió con familiares.
Aún en medio de limitaciones financieras, las altas
temperaturas y los compromisos sociales siempre queda tiempo para las personas
queridas.
Como brinda colaboración en la República Popular
de Angola, este mes mi sobrino Maikel festejó allá su cumpleaños.
El amor de una familia es la mayor bendición de la
vida.
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