domingo, julio 19, 2015

Desvelo por la niñez



Eso de cuidar a una bebita es tan complicado que requiere estar apegados a la consulta del reloj,  por lo necesario de tanta precisión para la alimentación, el baño, tiempo de juego, sueño y mucho más.

Un juguete que fue de mamá
La mayor compensación es ver crecer a mi nieta Ainhoa, alegre y saludable, con el cariño de la familia y otras muchas personas allegadas, a quienes agradecemos su apoyo espiritual y material.

Por suerte, a los siete meses apenas comienza a tener momentos de llanto insistente cuando no está dispuesta a que la entretengan mucho en la cuna o el coche, pero de todos modos ha hecho los debut con mamá; parece ser más considerada con la abuela.

Aún continúa en el “papá”, “tatá” y “abu”; este último muy curioso porque lo confundimos con el intento de decir abuela, pero parece más bien una petición de leche u otro alimento, cuando se aproxima o es ya la hora de alimentarse.

Lidiar con el calor es bastante difícil, por lo cual permanece el día con el mínimo de ropa, a veces solo el blúmer, y en muchas noches ninguna porque de lo contrario no puede conciliar el sueño, ni pueden hacerlo quienes la acompañan.

El popurrit con que la duermo, después de más de medio año de vida, aún no la cansa, y sonríe cuando van apareciendo el “elefante que se balanceaba en la tela de una araña…”, “los pollitos dicen pío, pío, pío…”, o los estribillos con versión libre.

Al llegar esta encantadora miembro de la familia me preocupaba recordar poco algunos de los cuidados a los infantes, pero el día a día, las búsquedas e Internet y las consultas médicas de la pequeña me han ayudado a refrescar la memoria. Mi hija está más delgada, sin embargo se desenvuelve con bastante soltura; ahora estoy al tanto de esos dos amores de mi vida.

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