sábado, marzo 17, 2012

Un concepto cada vez más lejano


El tema inicial de este blog, necesariamente lo dedico al significado de su nombre, contextualizado a los tiempos actuales en que contrastan los buenos deseos de personas de bien por el mejoramiento humano con los acelerados planes belicistas de las grandes potencias imperiales, atrapadas en las consecuencias económicas, políticas y sociales del propio sistema.

La cura más rápida que encuentran a ese mal es el sometimiento a los países de los cuales pueden extraer recursos para resarcir la crisis, sin importar el costo de la destrucción con la cual dejan asolados a los pueblos, a partir de acusaciones nunca demostradas.

Esa maquinaria acompañada del horror y la muerte en nada se asemeja al concepto con el cual se define a la fraternidad, palabra latina que proviene de “frater”, cuyo significado es hermano, como el vínculo de cariño que une a los hermanos, que los lleva a estar juntos en situaciones felices o desgraciadas.

Por extensión, y considerando que todos los hombres son hermanos, hijos de Dios, o de la misma naturaleza creadora, es el amor entre todos los hombres. Religiosos y filósofos han impulsado la intensificación de este sentimiento de unión y solidaridad con el prójimo. El cristianismo impulsó sobre todo esta idea, llamando a los monjes con la denominación de frailes (hermanos) y sores (hermanas) a las religiosas mujeres.

Antecedentes relativos a la fraternidad incluyen la de armas medieval, consistente en una alianza entre caballeros para ayudarse mutuamente, pero fue además uno de los ideales que proclamó la Revolución Francesa, junto con los de igualdad y libertad, representado en la unión entre los pobres y ricos contra el poder opresor del rey.

Ciertas logias u organizaciones secretas, entre las cuales se destaca la masónica, se denominan fraternidades, lo mismo que ciertos grupos estudiantiles unidos por prácticas y costumbres comunes.

Sin embargo, la fraternidad como amor entre todas las personas del mundo se considera aún una utopía, pues a veces los vínculos fraternos se circunscriben solo a determinados grupos, naciones, o quienes comparten la misma ideología y religión, en un concepto reducido que no trasciende al de humanidad. 

Hasta en mi entorno más cercano percibo el deterioro de comportamientos afectivos o de relaciones muy distantes de las que durante mi niñez me proporcionaban alegrías inmensas, en las circunstancias más sencillas del ambiente familiar, cuando las miradas se detenían en los rostros y no en las fatuidades del vestuario que hoy para muchos tienen el valor primario.

La gente suele andar con la prisa de remediar carencias, una práctica diaria muy común sobre todo para quienes vivimos de los modestos salarios, que se vifurca entre los aspirantes a la supervivencia y la búsqueda de confort material acorde a sus posibilidades, y los que aun sin estas asumen actitudes consumistas enfiladas hacia un estatus ajeno a sus raíces.

En un informal encuentro de periodistas y artistas, hace varios años, alguien me llamó “aldeana”, no recuerdo ni por qué, lo cual indica que no caló en mí como ofensa, ni lo hará, pues parece tener que ver con mi decisión de continuar aferrada a la tierra donde nací y a los ideales con que me formaron mi familia y el proceso revolucionario.

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