Foto: Ecured |
Si
ganar un cake en una sencilla actividad la hizo exclamar: ¡qué contenta se va
a poner mi familia!, ya imagino cuán merecida felicidad disfruta mi sobrina
Solangel Castro, tras la confirmación de que continuará estudios en la Escuela Nacional de Arte, en La Habana.
Muchos
elogios mereció su desempeño como estudiante de música, en clarinete, durante
las pruebas de pase de nivel, procedente de la escuela de arte "José María
Heredia", en Santiago de Cuba, y en otros escenarios; por eso se auguraba una
buena ubicación, aunque no por ello dejó de provocar el alborozo suyo, y de los
familiares.
Para gente de
origen muy humilde, el hecho de acceder a la reconocida institución maximiza
las emociones, pero demuestra lo decisivo del talento, como el requisito
principal para ingresar a este centro, insignia de la enseñanza artística en
Cuba, inaugurada en 1962 como un proyecto de la triunfante revolución para
llevar el arte a todos por igual, que se ha convertido en un paradigma de la
cultura cubana.
Y en su génesis
está la idea visionaria de Fidel Castro Ruz, el máximo líder de la Revolución Cubana,
quien previó, mediante el proyecto de instructores de arte, localizar el talento potencial de niños y
jóvenes en provincias y municipios.
Precisamente del
montañoso municipio santiaguero de Tercer Frente procede mi sobrina, quien irá
a una institución con capacidad para
internados que permite el acceso de jóvenes y niños de todas partes del país.
De otro modo, su
mamá oficinista y el papá profesor de Matemática y Computación no podrían
costearle la carrera, y mucho menos el hospedaje en la capital del país.