Amigo de Cuba y su máximo líder Fidel Castro |
Noticias de su frágil estado de salud llegaban por estos días, mientras
presentíamos lo inevitable del desenlace: el escritor colombiano Gabriel García
Márquez llegaba al epílogo de su trayectoria de trascendencia mundial, y muchos
sentimos perder su existencia física.
Pero
ahí están encuentros perdurables tejidos al calor de su compañía, para los más
cercanos a él, mientras otros hemos saboreado la emoción de las historias del
realismo mágico de personajes muy cercanos a la cotidianidad de nuestros
pueblos.
Equivocados
o certeros han nacido uniones de parejas inspiradas entre páginas de sus
libros, como “El amor en los tiempos del cólera”, cuya lectura me consumió muy
breve tiempo, tras iniciarla justo en un parque de la ciudad de Moa, en la
provincia de Holguín.
Nunca
más he podido deshacerme de tantos de sus pasajes, con primacía en la
perseverancia de Florentino Ariza entre cartas, sueños e ilusiones, sin
detenerse el tiempo, y luego ese viaje sin regreso y la cita al fin consumada
con Fermina Daza, a pesar de la ausencia de la pasión juvenil, y los estragos en
la piel del largo paso de los años.
El
Gabo es también ese buen hijo de la América
Nuestra, con talento, valía y demostración de cultura
autóctona. La reverencia a la memoria del premio Nobel de Literatura bien
merece ser el orgullo por el común origen en la Patria Grande, cual la
definiera el Héroe Nacional cubano José Martí.