sábado, enero 24, 2015

¡Soy abuela!



Somos más en casa, y ese motivo tan bien justificado me alejó un poco de las actualizaciones en el blog y la presencia en las redes sociales, pero ya retomo las entradas, precisamente con mis vivencias en el nuevo rol.

Les cuento que permanezco con el sueño viejo, cerrando madrugadas en que parece concluir la jornada diaria para mi nieta Ainhoa, cada vez más animada, ahora con 50 días de nacida, ya entre sonrisas y gorjeo, que no hay quien la mire con reproches sino con las emociones propias de vivir cada cambio.

Después de 12 días de espera, con ingreso en el hospital, su nacimiento ocurrió el 5 de diciembre, luego de 24 horas de una inducción que se había anunciado fallida, lo cual me tuvo medio perdida hasta que el abuelo materno me trajo la buena nueva de que el parto estaba próximo a ocurrir, en lugar de la cesárea.
 
A las 10 y 18 de la mañana aconteció el feliz suceso, capaz de llenarme de un instante de felicidad inmenso, no experimentado desde hacia muchos años, e imagino se iluminó mi rostro como ocurre solo en grandes ocasiones, tal vez por mi carácter más bien flemático.

El anuncio del buen estado de salud de madre e hija lo siguió mi entrada al alojamiento conjunto, y al primer encuentro con mi nieta todavía estaba en la incubadora, demostrando la fortaleza de los pulmones a vivo llanto, como ya lo hacían los latidos de su corazoncito desde los exámenes prenatales. Mi hija me recibió también fortalecida, a pesar del complejo proceso de parto.

No quise delegar en nadie para acompañarla en la primera noche con su beba, después de haber permanecido en vela durante la anterior, en la sala B2 de cuidados especiales. De veras fue muy difícil porque la pequeñita - de 8, 7 lbs - reclamaba su alimentación muy a menudo, y nos esforzamos mucho en no quedarnos dormidas, hasta que al día siguiente asumió Miladis, la abuela paterna.

¡Miren entonces desde cuando vienen mis horarios de sueño incompletos!, aunque la diferencia la hacen esas alegrías, y la confirmación del pediatra  Raúl del área de salud del policlínico “Guillermo Tejas” de que va muy bien la niña, considerada sana, a lo cual mucho ayuda la lactancia exclusiva.

Mi familia ha sido un puntal al acompañarme en presencia física, apoyo doméstico y financiero. Mi hermana Nersi se ocupó de la cocina en los días de hospital y una semana después del parto, mientras yo me dedicaba al lavado y la asistencia a la recién estrenada madre.

La hermana María del Carmen me recuperó atrasos en la limpieza interior y exterior de la casa; vino acompañada de nuestra madre, la bisabuela que a punto de cumplir los 83 años de edad el 25 de enero, ya tiene una decena de biznietos, y estuvo por acá más de un mes, todavía con mucha voluntad acostumbrada a una vida de trabajo en el hogar.

Alberto, mi hermano residente en Holguín también asistió al acontecimiento familiar, como también lo hicieron mi hermana Marisbel y su hija Yaimí, mi sobrina más apegada que está en trámites de atención médica y estamos deseando mucho que no surjan mayores complicaciones.

De la rama paterna de la nieta también ha existido suficiente apoyo, lo cual posibilita una buena armonía y lo agradezco mucho porque entre todos tratamos de hacerle la vida más llevadera al joven matrimonio y su hija.